Teorías II

| viernes, 24 de abril de 2009




Lector amigo lindo del alma, tersura de mi candil, ternura de mi cande; esto se titula: “Teoría de la Margarita”.
Hay conceptos que están tan fuertemente arraigados a la cotidianidad, que jamás dudaríamos en cuestionarlos. Más concretamente me estoy refiriendo a la sensación de placer o disgusto cuando degustamos alimentos varios. En otras palabras: algo rico y algo feo.
Lo que no entendemos de estos juicios es que coexisten, uno le da significado al otro. No podría existir lo rico si no hubiera algo feo y viceversa. Esta última oración es lo que explica la existencia de un bizcocho tan feo en el sentido más amplio de la palabra: la margarita.
Convengamos que el bizcocho no es algo muy sofisticado, ni siquiera su nombre lo es, ergo, se inventó la margarita introduciendo un nuevo significado en lo que a bizcochos feos se refiere. Automáticamente todos los bizcochos pasan a ser ricos, o por lo menos más ricos que la margarita, por simple lógica Kantiana. Es el factor que determina lo feo y también a la vez define lo rico (como mencionamos anteriormente). Refraseo esto último: Lo rico es todo aquel bizcocho cuyo sabor y aspecto difiere al de la margarita y lo feo todo lo contrario.
Aclarados los conceptos anteriormente mencionados, les presento la segunda parte de esta teoría, la parte conspirativa si se quiere. La introducción de la margarita al mercado es una gran estrategia de marketing por parte del gremio panadero. No solo hacen que sus bizcochos sean más ricos haciendo margaritas sino también encarecen el monto final de nuestra compra. La margarita es el bizcocho de mayor peso y de manera directamente proporcional influye en su precio. El más feo es el más caro.
Por lo tanto concluyo que la margarita es una genialidad y una inmundicia a la vez. No voy a caer en el cliché de cerrar con “es un mal necesario”, ergo (me gustó esta palabra), voy a utilizar a mi amiga la reflexión.
Si alguna vez te comiste una linda, fue gracias a la gorda fea que te habías comido anteriormente. La vida está llena de margaritas.

Reflexión VI

| domingo, 12 de abril de 2009



Los supermercados están totalmente empapelados en huevos de distintos tamaños y colores, ocupándolo todo, cambiando mis góndolas de lugar. Tantos huevos que me pregunto si se podrán vender, ¿habrá una demanda tan grande como para justificar la cantidad indiscriminada de huevos?

Convengamos que hasta principios de mayo la gente puede consumir algún que otro huevo rezagado. Pero ni así podríamos terminar semejante volumen de chocolate con forma ovalada.

¿Que hacen con tanto huevo que sobra? ¿A dónde van a para? El huevo, después, ¿se recicla? Es un negocio efímero. Es como una cuestión poética, bueno, pensándolo dos veces la palabra huevos nunca acarrea poesía. Pero no deja de ser una gran incógnita.

Mobile Version